miércoles, 14 de noviembre de 2012

Burguesía low-cost y lonchafinismo

Hay dos fenómenos económicos sobre los que vengo reflexionando últimamente.

El primero de ellos es el llamado lonchafinismo. Su nombre viene de la, cada vez más frecuente, petición por parte de los consumidores a sus carniceros de que les corten las lonchas de jamón muy finas para, así, llevarse un mayor número de lochas por unidad de peso. Puede que no sea más que un caso más de ajuste de cuentas, control de la economía doméstica o consumo responsable, pero también puede que sea algo que hace unos años a nadie parecía preocuparle. A través del lonchafinismo pretendemos hacer ver que todo va bien, que seguimos haciendo las mismas cosas que antes. Se trata de un caso claro de resistencia a ver que estamos peor que antes, no podemos mantener el nivel de vida de antes, pero tampoco estamos dispuestos a renunciar a nada.


Otros ejemplos de lonchafinismo sería apurar las lentillas más días de lo aconsejado, espaciar más las visitas al supermercado, dejar el cine para películas que realmente nos interesa ver, ir en bici o a pie en lugar de coger el coche o incluso el autobús... El caso es que hay algunos factores que pueden intensificar nuestros comportamientos lonchafinistas, como por ejemplo la subida del IVA, lo que generaría resultados contraproducentes, ya que el 21% de nada es nada.

El otro fenómeno del que que quería hablaros hoy es la burguesía low-cost. Si pensáis un poco en los hábitos de ocio y consumo de las personas que os rodean (desde vuestra edad hasta los cuarenta años, por ejemplo) veréis que poco tienen que ver con los que tenían vuestros abuelos. Hoy en día, da la sensación (al menos hasta estos últimos tiempo de crisis) de que todo el mundo puede permitirse muchas más cosas materiales que la gente que vivía hace 60 años. Compramos muebles, vamos de vacaciones, compramos ropa con frecuencia, tenemos productos de higiene corporal y cosméticos, etc. Los hábitos de consumo se han homogeneizado entre clases sociales: ¡ha llegado la equidad!... Cuidado, no nos engañemos. Si existe esta aparente igualdad es porque una proporción enorme de la población tiene que recurrir al low-cost: muebles de Ikea o Conforma, ropa de Zara, vuelos con Ryanair y pernoctaciones en albergues, cenar en McDonalds, cremas del Mercadona, zapatillas y raquetas del Decathlon... No estamos todos al mismo nivel, aunque lo parezca, algunos (la mayoría) sólo puede vivir como un burgués porque existen estos modelos de negocio. ¿Quién puede pagar 3.000 euros por una mesa para comer, 1.000 euros por un traje o 60 euros por una crema facial?

Llevamos años viviendo bien, disfrutando de las posibilidades que el entorno nos ofrecía (nunca por encima de ellas, que no os engañen), pero no sé hasta cuándo esto durará. El lonchafinismo se va implantando, nadie quiere dejar de comer jamón, simplemente queremos que nos lo corten fino. El despertar puede ser duro...

3 comentarios:

  1. La verdad es que uno ya se va cansando de oír continuamente eso de "hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades".
    Pero,¿De verdad es culpa del ciudadano de a pie?Él solo hace caso del continuo bombardeo de las empresas para incitar al consumo(Que si viajes low-cost,que si productos más baratos que nunca,que si ahora aparece una multinacional que consigue precios casi insignificantes...).Y todo ello mas la "siempre agradecida" ayuda de los bancos que a diestro y siniestro repartían créditos para poner al alcance de cualquiera esa burguesía low-cost mencionada.
    En conclusión, más que haber vivido por encima de nuestras posibilidades,nos han hecho vivir por encima de nuestras posibilidades,y lo estamos pagando.

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  2. Está claro que vivimos en un tiempo de pesimismo continuo como vemos en las noticias de prensa, en las conversaciones de la gente, en el trabajo o en las propias actuaciones personales del día a día que nos llevan a aplicar los interesantes conceptos de burguesía low-cost y lonchafinismo. No suele ser bueno generalizar porque no todas las regiones están igual de mal, ni a todas las familias les cuesta lo mismo llegar a fin de mes pero aún así creo que habría que intentar darle la vuelta y ver las cosas desde un punto de vista más positivo.

    Quizás nos vendrá bien de cara al futuro esta época de austeridad doméstica y aprenderemos a valorar más las comodidades que teníamos y a las que hemos tenido que renunciar, porque no nos engañemos, esta época de crisis no va a ser para siempre y los hábitos que estamos adquiriendo ahora a la fuerza nos serán de provecho en las futuras épocas de prosperidad que sin duda están por venir.

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  3. Sinceramente, creo que culpa tenemos todos. No por igual, está claro, pero todos, por unas circunstancias u otras hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.
    Ya sea por pedir un crédito al banco para comprar un piso cuando sólo podías pagar ''de primeras'' la entrada. Yo lo haría, sí. Pero también sería yo la que decidí en época de ''no crisis'' arriesgarme.
    O bien por comprar cualquier producto mejor que otro. ¿Nos engañan con la publicidad? No, nos dejamos engañar.
    Ésto nos va a venir bien para aprender que no sólo los demás tienen la culpa. Si hubiera gastado menos es ésto.. o en aquello... Verás como la próxima vez nos lo pensamos dos veces.
    Pero también cabe decir que cualquier persona que no vivía por encima de sus posibilidades, a sufrido la crisis. Imaginemos que le despiden. Aquí es cuando estaría yo de acuerdo en echar la culpa al sistema y estoy segura que este pobre ciudadano, se lamentaría de no haber vivido por encima de sus posibilidades y haber disfrutado cuanto podía, sabiendo que después llegaría al mismo punto. A la necesidad de apretarse el cinturón.

    Por último, creo que hoy en día sólo se habla de crisis. Y yo me pregunto, ¿no sería mejor dejar de hablar de tanta crisis, para que, por ejemplo, los jóvenes salgan a buscar trabajo con cierta esperanza?
    NECESITAMOS MOTIVACIÓN.

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